martes, 4 de septiembre de 2012

La puerta de entrada y el camino dejan de tener sentido, cuando lo qué se busca está a la vista. (II)



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-Le digo que estoy tranquilo señorita Olga. El cuerpo de Ikari empieza a reaccionar. Significa que se está recuperando. Pronto despertará, lo presiento.

-No me diga que cree usted en supersticiones, señor Saíto. –Preguntó Oscar.

-¡Oscar! No seas grosero. –Le reprimió su novia. –Hoy te estás luciendo, no te reconozco de verdad. Señor Saito, perdónelo por favor.

-Oh, vamos… El señor Oscar se muestra tal y como es, ¿Cómo puedo negarme ante tal sinceridad de espíritu? El señorito Oscar ha pasado un infierno para poder estar con usted. Cada persona reaccionar de una manera ante situaciones extremas. No hay nada peor que la velocidad. Impide que el cuerpo y la mente reaccionen apropiadamente. Por lo que es posible que el cuerpo de Oscar esté requilibrándose ahora ante la velocidad tan brusca de los acontecimientos en estos días. Todos hemos pasado muchos nervios y pienso que los códigos de moral y de ética han pasado a un segundo plano ahora que la humanidad parece estar al borde de la extinción. –Estas últimas palabras cayeron como un jarro de agua fría sobre la pareja de enamorados. Ambos se miraron y tragaron saliva. –Así pues, un poco de humor libre de tapujos, es nuestra mejor medicina. Gracias Oscar. Y por cierto, es SAito. No SaIto.

Oscar y Olga rieron tímidamente. En ese preciso instante, Ikari se incorporó de la cama con los ojos completamente en blanco haciendo que todos los presentes, incluido su padre, se sobresaltasen.




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 -Tio, lo siento de verdad. Imaginate. –Dijo el hombre barbudo, juntando sus dedos índice y pulgar, mientras se le escapaba la risa. –Me veo que seme acerca un tio en calzoncillos, que huele a tarta de espinacas y pedo de concha, empapado en sangre y una substancia viscosa y horrible. –Volvió a reírse y después hizo una pausa para tomar aire. –Y con la cara ensangrentada. Pensaba: Este tío, va a hacer morcillas y embutidos conmigo.

            -Es comprensible. Yo hubiera hecho lo mismo. –Dijo Robert, quien ya parecía tener otro aspecto vestido con algo de ropa y con la cara limpia.

            -Enserio, me sabe fatal. Pero, ¡hue! Ahora somos uno más y bueno, aunque la nariz sete va a quedar asi de horrible para siempre, es mejor que estar ahí fuera solo y en calzoncillos ¿No? –Dijo mientras ambos se reían.

            -Me llamo Robert. –Afirmo, mientras se acercaba para estrecharle la mano.

            -Yo soy Álvaro, encantado tío.

            -Un placer Álvaro. Dime una cosa, cuando me he pegado la hostia antes. Creo que me he desmallado, pero antes de caer inconsciente, escuche tu voz. Dijiste algo asi como “que llego, leches” ¿venías a salvarme? ¿Por qué entonces me has confundido con uno de ellos?

            -Te vimos entrar con una bolsa de deporte y un cuchillo. Aunque ibas en calzoncillos igualmente, se veía a la legua que eres una ser humano. Más que nada porque ni babeabas ni tenias la cara llena de sangre. –Hizo una pausa y volvió a escapársele la risa. –Vimos la pelea desde arriba. Eh, tío. Fue una puta pasada. Ha sido lo mejor que he visto desde que toda esta mierda pasó. Lo que pasa es que, yo ví desde arriba que se acercaban más “Sylnanos” y tu estabas en el suelo. Así que decidí en bajar a hecharte un cable. Hace días que pensábamos que estábamos solos y ver aparecer a una persona humana… enfin, no podíamos dejarte ahí tirado tío.

            -Espera, espera… ¿has dicho “Sylvanos”? –Preguntó Robert.

            -Si tío, así los llamamos. ¿te mola el nombre? – Todos empezaron a reir. Robert todavía estaba en shock. Al subir y curarse, todavía no había tenido tiempo de presentarse a los allí presentes. Aquellos días de soledad y supervivencia, habían dejado una brecha en su sociabilidad incurable. Se sentía extraño, pero Álvaro le inspiraba confianza. No paraba de hablar y eso facilitaba las cosas. –Yo les puse el nombre ese. Es una larga historia, pero necesitábamos ponerles un nombre a esos putos carnívoros.

            -Parece que hables de Elfos en lugar de infectados. Joder… todo esto es tan raro, me siento como dentro de un libro de zombies. A veces pienso que me he vuelto loco y que todo esto es producto de mi imaginación o que estoy dentro de un sueño de Antonio Resines y que en cualquier momento van a parecer los créditos y voy a escuchar “Uno más uno son Siete..” o algo así nano. –Alvaro empezó a reir a carcajadas y se llevó las manos a la cabeza. Aquel hombre tenía un humor muy inteligente, pensaba Álvaro. Era admirable después de haber vivido a saber que penalidades él solo.

            -Tío creo que tienes razón. Todo esto es demasiado surrealista. Vi como los componentes de mi grupo se comían entre ellos. Siempre había soñado con eso. Es demasiado bueno para ser real. Cuando el segundo guitarra vino hacia mí para comerme. No sabes como disfruté estampándole su propia guitarra en la cabeza. Esto tiene que ser un sueño, sin duda. Porque es demasiado bueno para ser verdad. –Robert se quedó atónito ante tal razonamiento. Pero Álvaro lo decía todo de forma tan graciosa, que era imposible contener la risa. Álvaro al ver la cara de Robert. Sé quedo callado y meditabundo. –Ojala estuviera aquí mi colega Gabri, él si que se hubiera reído con lo que te acabo de decir. Incluso diría: Lo peor de todo es que seguro que es verdad lo que dice.

            -Álvaro deja algo a los demás, que solo hablas tú. Preséntanos a tu nuevo amigo ¿no? –Dijo una mujer rubia, parecía tener unos treintaylargos años. Era delgada y en su mirada se apreciaba el sufrimiento. –Me llamo Sophie, Encantada. Cuando te laves, te daré dos besos. –Robert sonrió tímidamente con el último comentario y le estrechó la mano. –Mira, te voy a presentar al resto del grupo. Porque si te los tiene que presentar este chico, no acabamos nunca.

            -¡Acéme un petardo Sophie! –Dijo éste con voz ronca.

Robert se levantó pesadamente y junto con la mujer de dorados cabellos, se acercó a donde estaban el resto del grupo. Parecían rezagados, temerosos del nuevo inquilino. Desconfiaban de él. Empezó a echar de menos los comentarios chorra de Álvaro.

-Mira, este de aquí se llama Antonio. Era empleado del corte ingles el estallido de Sylvanos, lo pilló trabajando. Por eso lo ves tan trajeado. Gracias a él pudimos refugiarnos aquí. –Robert le estrechó la mano y trató de esbozar una sonrisa, pero aquel hombre no se la devolvió y lo miró muy serio. –No le hagas mucho caso. Es un soso y siempre está serio. Pero es un buen tipo.

-Gracias por la aclaración, Sophie. –Dijo Antonio. Robert observó al instante una fuerte atracción sexual de parte de éste hacia Sophie. Quizá un hombre reprimido que piensa que en esta situación tan extrema, hallará a la mujer de su vida. “Pobre soñador” Juzgó Robert, mentalmente.

-Entiendo que es extraña mi apariencia y las circunstancias en las que me habéis encontrado. No os culpo porque desconfiéis de mi. –Dijo Robert, tratando de revivir sus capacidades para estar en sociedad.

-Te acabaremos cogiendo cariño, como todos. –Dijo una mujer joven y de cabellos oscuros.- Mi Me llamo Natalia ¿Qué tal? –Dijo mientras se acercaba a estrecharle la mano.

-Bueno, pues no hacen falta presentaciones con Natalia. Es así. Os llevareis bien. –Álvaro, que no había perdido detalle de las presentaciones.

-Aquí estamos bien, de vez en cuando bajamos a por provisienes, pero estamos bien servidos. –Continuó Sophie, dado que había adoptado el papel de presentadora. -Tenemos calefacción y algunas armas. Mañana habíamos pensado en hacer un excursión por los alrededores para buscar más provisiones y alguna arma de fuego. Pero aquí no hay ninguna armería cerca. Así que tendremos que conformarnos con bates de baseball, cuchillos y esas cosas. Nos vendrá bien tu valentía. Eso hará que todos confiemos un poco más en ti. Ya veras que aquí vas a estar bien. –Le dijo mientras le acariciaba el brazo a modo de consuelo. Robert miró de reojo a Antonio y confirmó su teoría. La cara de Antonio era un poema. “Además de reprimido, celoso.”

-Gracias Sophie. ¿Y quienes son esas dos mujeres? ¿Por qué están tan alejadas de vosotros?- Preguntó Robert, señalando a dos mujeres de origen asiático que aguardaban sentadas de rodillas una al lado de la otra, a unos diez metros de distancia del resto del grupo.

-Oh, bueno, yo he intentado hablar con ellas. Pero no son muy habladoras, ni siquiera sabemos sus nombres. Se acercan solo para comer. A veces nos ayudan a mi y a Álvaro a cocinar. “gracias y adiós” Es todo lo que dicen. Luego vuelven a alejarse y hablan entre ellas en un idioma extraño.

-Creo… creo que son japonesas, por el idioma. Estoy casi seguro que es Japonés. –Dijo Álvaro.




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-¡Están vivas, Están vivás! –Gritaba Ikari totalmente enloquecido. Era algo que le dolía mucho a su padre. Ver a su hijo desquiciado.

-Ikari guarda reposo ¿quieres? No digas tonterías. ¿Quiénes están vivas? Pero si has estado dormido durante días.

-Papá, te digo que están vivas. Las he visto en mi sueño. Son Midori y mamá. Están en nuevo centro y están en peligro.

-¿Qué estas diciendo Ikari, las has visto en sueños? –Preguntó su padre zarandeándolo de los hombros.

-Estan vivas, están refugiadas con más gente. Entre ellos hay un demonio. Pero todavía no lo saben. Hoy se ha unido al grupo un hombre muy raro. Vestía solo con calzoncillos y tras de él hay un demonio que lo está devorando por dentro. –Las palabras de Ikari sonaban totalmente inconexas. Saito quería achacarlo al deterioro y la convalecencia. Pero le asustaba la idea de que Ikari, hubiese perdido la cordura para siempre.

            Olga se acercó y le acarició la cabeza. Sus mejillas estaban empapadas de lágrimas. Era un muchacho tan apuesto y ella le había disparado y lo había dejado mal de la cabeza. No podía dejar de culparse al ver como había acabado aquel pobre muchacho.

            -No estoy loco papá. No me mires así. Te digo que las he visto en sueños y debemos ir a buscarlas, antes de que él demonio despierte y se los coma a todos.

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